miércoles, 29 de abril de 2020

POEMA






PLANTAS SILVESTRES

Plantas silvestres,
creced a vuestro antojo,
creced desordenadas
-el afilado diente de león,
los tréboles voraces,
la atrevida caléndula…-
cubriendo los alcorques, las fisuras
abiertas en la acera.
Plantas que regaláis
al desolado asfalto vuestras flores,
estallido brutal de primavera,
expandid vuestros tallos,
desplegad vuestras hojas
ante el ojo atónito del hombre.
Sin timidez brotad,
creced cubriendo el polvo
que todo lo devora.
Oasis callejeros, bosquecillos,
multiplicad la vida.


(26-4-2020)






(fotografías: Susana Benet)


lunes, 27 de abril de 2020

HAIKU








Junto al bramido
del viento, la estridencia
de una sirena.







(fotografía: Susana Benet)



jueves, 23 de abril de 2020

HAIKU








Cómo me calma
el olor de mi casa.
Perra costumbre.





(de: La enredadera - Edit. Renacimiento - 2015)
(fotografía: Susana Benet - Sammy)


sábado, 18 de abril de 2020

POEMA de ALEJANDRO DUQUE AMUSCO







EN EL VIAJE

Qué gran cansancio este de ir, una estación tras otra,
en la tarde que pasa precipitadamente por esta ventanilla

y que muestra, en escorzo, el paisaje del mundo:
fogonazos de lumbre, raíles, casas, colores desvaídos.

El corazón retoma este vaivén que arrulla y adormece,
y al fin, deja de oír, ensimismado, lo que golpea en la mortal memoria.

¡Qué gran cansancio este de ir,
de ir siempre, y nunca regresar!



* * *



(de: JARDÍN SECO - Ed. Renacimiento, 2017)
(fotografía: Susana Benet)


lunes, 13 de abril de 2020

HAIKU







Desinfección.
Cuántos guantes de plástico
por las aceras.







(fotografía: Susana Benet)


viernes, 10 de abril de 2020

HAIKU









Fuera del templo,
los cálices dorados
de los hibiscos.









(de: Grillos y luna - Edit. La Isla de Siltolá - Sevilla, 2018)

(fotografía: Susana Benet)




lunes, 6 de abril de 2020

POEMA de DU FU (TU FU) (712-770)





VISTA PRIMAVERAL

Me han destrozado la patria.
Solo quedan sus ríos y montañas.
La ciudad en primavera:
mar de arbustos y  malezas.
Tristeza por esta época:
Las flores que se abren me arrancan lágrimas.
Angustia por las ausencias:
El canto de los pájaros me estremece el alma.
Durante tres meses han ardido las llamas de guerra.
Mil monedas de oro vale una carta de la familia.
Al rascarme el pelo blanco lo hallo ralo.
¿Podrá sostener todavía la horquilla?


* * *


(de: Trescientos poemas de la Dinastía Tang - Ed. Cátedra-2016)

(Acuarela: Susana Benet)



jueves, 2 de abril de 2020

HAIKU







Aquella rama
que corté del naranjo,
aún perfuma.







(fotografía: Susana Benet)



miércoles, 1 de abril de 2020

RESEÑA





Esta reseña que publica la revista ANÁFORA en su número 19 y que saldrá en papel próximamente, la firma el poeta Daniel Fernández Rodríguez. Desde aquí, mi agradecimiento.



Don de la noche
Susana Benet
Pre-Textos, Valencia, 2018

            A Susana Benet se la reconoce como una de las maestras del haiku. En efecto, basta con recordar el siguiente: «Un niño juega / a enterrar a su padre. / Día de playa». Bajo la apariencia de un amable retrato veraniego, se esconde nada menos que el devenir irreparable de la vida: todo encerrado en las diecisiete sílabas preceptivas de esta estrofa de raigambre japonesa cultivada por Benet en varios libros, por ejemplo La enredadera, antología que es ya un clásico imprescindible del género, hoy tan en boga.

            Don de la noche no es un libro de haikus, pero sin duda una de sus muchas cualidades estriba justamente en aplicar con brillantez la lección fundamental de dicha tradición: me refiero al estupendo maridaje entre emoción, reposo y brevedad, una de las señas de identidad de la autora. Susana Benet nos regala en Don de la noche una fascinante colección de breves piezas poéticas, estampas de una vida cotidiana que se plasma con serenidad, sin excesos ni alharacas, en busca de la complicidad del lector. Lejos del tono engolado o alambicado que tanto abunda por ahí, Benet colorea poemas cercanos y amables, escritos para ser degustados con calma y recogimiento, como quien contempla un atardecer o escucha un arroyo. Sus versos nos permiten asomarnos al más hondo sentir del yo lírico y compartir su emoción al saberse parte del pequeño mundo que lo rodea, un mundo poblado de plantas y flores, gatos y terrazas, pájaros y vientos. Guiado de la mano de Benet, el lector va encontrando en todos estos seres a sus propios confidentes y compañeros, a los que tanto se necesita en esta vida presurosa.

            Acaso uno de los muchos dones de este libro sea la minuciosa descripción de la relación con la naturaleza, que nos brinda algunos de los más hondos poemas del libro, como Mediodía, rematado con unos versos que captan y condensan a la perfección la incertidumbre que todos hemos sentido alguna vez ante un paisaje, ante el futuro o simplemente ante la vida: «Y tú, que todo lo contemplas / y lo escuchas / erguido en tu silencio, / te empapas poco a poco de abandono / y tiendes tus sentidos hacia el amplio / paisaje que prosigue más allá / del reducido espacio de tu sombra». Justamente del paisaje que rodea al yo lírico y que poco a poco va envolviendo al lector emanan muchas de las poesías, como de hecho se hace explícito en Poema: «Aunque quería / no podía escribir / ese poema. / Pero al mirar / en mi balcón la rosa, / estaba escrito».

            Otro de los dones de este libro tiene que ver, me parece, con la capacidad para tratar el paso del tiempo, la muerte o el peso de una ausencia querida sin caer en sentimentalismos ni aspavientos, sino mediante la observación tranquila de escenas cotidianas, como ocurre por ejemplo cuando se nos describe la chaqueta que ha sobrevivido a su portador, el polvo omnipresente de una casa abandonada o el asfalto nocturno mojado por la lluvia. Así, Despacio recrea de un modo muy original uno de los tópicos más recurrentes en la poesía de siempre, el de que el tiempo huye sin remedio: «Despacio, muy despacio / voy abriendo los ojos a la tenue / claridad de la tarde. Junto a mí, / el gato permanece silencioso / aguardando la lenta / caricia de mi mano, / mi mano que envejece igual que él, / despacio, muy despacio». Es este, por cierto, uno de los muchos poemas donde aparece un gato (en otro, lo vemos agazapado junto al yo lírico, a la espera de cazar alguna palabra al vuelo), y con él llegamos al último de los dones poéticos que quisiera mencionar aquí. Me refiero al talento de Susana Benet para retratar la vida cotidiana y las pequeñas cosas que nos rodean, que es, en mi opinión, uno de los logros más difíciles de encontrar en poesía. Apenas un rayo de sol o el viento en la ventana: todo lo que necesita un buen libro.  

                                                                       Daniel Fernández Rodríguez



(fotografía: Gabriel Alonso)