viernes, 28 de agosto de 2020

HAIKU

 




Se apaga el cielo

y resplandecen blancos

los crisantemos. 






(acuarela: Susana Benet)


lunes, 24 de agosto de 2020

VIAJE A ARANJUEZ

 



VIAJE  A ARANJUEZ  (Septiembre  2018)

Me he levantado con síntomas de resfriado. Pensé que ya estaba curado, pero todavía me resiento de la garganta. Le relato a Gabi mi sueño de anoche y nos preparamos para ir a la estación.

Doy mucha comida a Jack, que disfruta de la abundancia y después se tiende sobre su alfombra en el estudio, adivinando que va a quedarse solo. Con 16 años parece un gato joven. Tiene carita de cachorro y el cuerpo rellenito tras superar sus diarreas que lo habían dejado en los huesos. Tiene el pelo tupido y brillante.

 (Es difícil escribir en el tren, se mueve bastante).

Veo pasar los campos, con sus filas de cultivos, las líneas blancas de los senderos, las montañas azuladas en el horizonte. Necesitaba este viaje (que será breve) tras un verano sin salir de la ciudad, presa del calor y el decaimiento, como mis plantas en la terraza.

Ver el verdor que cubre las colinas, las filas de árboles que dividen las parcelas, los suaves matorrales que visten la tierra ocre, y todo bajo un cielo inmaculado y azul que desaparece al entrar en un túnel, de repente. Y al salir, de nuevo la luz solar del mediodía.

El verano ha sido largo, tedioso. Apenas he escrito nada nuevo.

Ahora atravesamos un embalse de aguas verde azuladas entre colinas cubiertas de pinos. Y más túneles.

Estoy animada, pero sigo arrastrando el lastre del cansancio estival. Ya es otoño, pero ha vuelto el calor, con 32 grados al sol. Es la temperatura que también nos espera en Aranjuez.

 Comienza otoño

bajo un cielo sin nubes.

Calor de agosto.

 ***

Bajo una loma

naranjitos en fila,

recién plantados.

 

Ha sido un verano duro. Fue horrible ver el árbol de mi acera abatido en el suelo, despedazado, con todas sus hojas verdes ya condenadas. En el centro del tronco un hueco oscuro, siniestro como un túnel que lo corroe por dentro. No supieron curarlo, sólo abatirlo. Por si se desplomaba y lastimaba a alguna persona o destrozaba un coche. Algo muy improbable, pues el árbol se sostenía firme. Solamente un par de ramas secas, como estacas afiladas, que nadie vino a podar en años. El resto de ramas, la mayoría, seguía verde, renovándose cada primavera. La ausencia de su sombra ha transformado el paisaje ante mi ventana. Me da tristeza asomarme.

 

Ninguna sombra

protege ya mi puerta.

Árbol ausente.

 

Creo que fue entonces cuando empezó la tristeza a crecer en mi interior, como el anuncio de un tiempo inclemente, de malestares y desencuentros. Y una sorda fatiga ha ido apoderándose de mí progresivamente hasta dejarme tan abatida como el árbol enfermo.

El gato, también enfermo, desde la primavera, o tal vez antes.

Algunas de mis plantas agonizando en sus macetas ante el intenso calor, un calor que ni el toldo extendido ha podido mitigar.


(24-9-18)


(fotografía: Susana Benet)




domingo, 23 de agosto de 2020

HAIKU


 


 Barrio desierto.

Desde un árbol resuena

la voz de un mirlo. 


 



(fotografía: Susana Benet)



martes, 18 de agosto de 2020

HAIKU

 



¿Por qué interrumpe

su canto la chicharra?

Abrasa el sol.




(fotografía:  Susana Benet)


miércoles, 12 de agosto de 2020

POEMA de JULIA BELLIDO

 


UN MINUTO CON WISLAWA SZYMBORSKA

 

Una brizna de hierba

suspendida en el aire

a punto de saltar

sobre un papel en blanco.

 

En el silencio crujen las palabras

empapadas de tinta,

 

y congenian las letras

sin haberse elegido previamente.

 

Un tiempo retenido.

Un vivir que no cesa y que transcurre

 

con la paciencia de un reloj de sol.


* * *


(de: Hojas de Ginkgo - Edit. Cypress, 2020)

(acuarela: Susana Benet)



viernes, 7 de agosto de 2020

HAIKU

 



La buganvilla

nos da la bienvenida

con flores nuevas.




(fotografía: Susana Benet)



sábado, 1 de agosto de 2020

LA RIQUEZA DEL HAIKU






El haiku supone una apertura al mundo, a nuestro entorno inmediato. Amplía nuestra capacidad de percepción y nos hace participar de una forma desinteresada en la vida. Con el haiku descubrí que la realidad era menos tediosa de lo que me parecía antes. En mis diarios trayectos al trabajo fui tomando conciencia de los pequeños detalles cotidianos y dándoles un nuevo valor. Fue un súbito “darme cuenta”. Mi mente se abrió hacia el exterior, dejando de lado mis habituales preocupaciones. A partir del momento en que comencé a escribir haiku mi interior cambió. Aprendí a percibir con más agudeza la vida alrededor y a disfrutar de cualquier breve acontecimiento o cambio en el paisaje. Anotar mis haikus en un cuaderno se convirtió en un modesto ritual que enriquecía mi vida. Resultó ser una benéfica meditación que me ayudó anímicamente entonces y que no he dejado de practicar.


Se fue la niebla.

Ya se ve al jardinero

cortando el césped.


* * * 


(acuarela: Susana Benet)