miércoles, 19 de agosto de 2015

HAIBUN







VIAJE AL NORTE

Viajando hacia el norte, el sol inunda la ventanilla del tren. De pronto, un túnel. Al salir de la oscuridad, el sol destella en los tiernos arbustos, en las paredes que se alzan a cada lado de la vía. Entramos en la estación de Segovia. Gente sentada en los bancos del andén, viajeros que arrastran sus maletas con prisa. Sobre las rocas, la sombra de un pájaro que desciende y desaparece. Al reanudar la marcha, el verdor de la tierra cubierta por islotes de flores amarillas. Nos internamos en otro túnel apenas un minuto y, de nuevo, suaves colinas que se repiten hacia el horizonte, atravesadas por sendas de tierra casi blanca. Sobre el cielo azul y despejado, una nubecita solitaria, como una ligera pincelada horizontal.

Los bosquecillos de pino irrumpen de repente y pasan deprisa.

Conforme nos vamos aproximando al norte, mis pulmones se ensanchan, respiro mejor, como si me liberase de un peso. Aquí el aire es diáfano, la luz parece más nítida, de la tierra brotan hierbas altas, jugosas.

Cruzamos un río pequeño, en cuyas aguas se reflejan las copas de los árboles que crecen en la orilla. Y, de pronto, en la llanura, una roja extensión de amapolas que parecen seguir nuestro camino.

A lo lejos se elevan las colinas, hasta convertirse en ondulantes montañas sobre las que se agolpan las nubes bajas.

Cerca discurre una carretera por la que avanza un coche solitario.

Las nubes van cubriendo el cielo lentamente. Apenas asoma el azul entre las masas grises. También el verde de los prados se oscurece. El sol que ocultan las nubes, ilumina a lo lejos una ladera.

Sólo un arbusto, cuajado de flores blancas interrumpe la penumbra del paisaje. Abre sus ramas como los rayos de una estrella, pequeña y reluciente entre las sombras del atardecer.

Las montañas están cada vez más cerca, como enormes figuras que invitan al reposo.

Ya se siente la presencia del norte: rosales en pequeños huertos, cenefas de flores claras bajo el color plomizo del cielo.

Comienza a llover y las gotas se deslizan oblicuamente por el cristal de mi ventana.

Anocheciendo,
sólo refleja el charco
las flores blancas.

Llegando a Donostia, la niebla se espesa sobre los montes, al fondo de los valles, en los tupidos bosques que atravesamos. Llueve con fuerza. Al pasar junto a un grupo de casas, una columna de humo se eleva densa entre la bruma que cubre los tejados.

Desde el tren distingo un parque de atracciones en una pequeña población. Las luces estridentes de la feria brillan con fuerza en medio de la oscuridad que se va cerniendo sobre el aire. Cae la noche.

Brillan las luces
del parque de atracciones.
Pueblo en la niebla.





(fotografía: Susana Benet)








9 comentarios:

  1. Las flores blancas
    Penumbra del paisaje
    Que abre sus ramas.

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  2. ¡ Qué bella descripción, Susana! al leerla me he sentido como si estuviera allí.
    Un abrazo
    Cris

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  3. Gracias, Antonio, por tu haiku inspirado en el viaje. Gracias, Cris, por viajar conmigo. Besos,

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  4. Hermoso post...Gracias por compartir tu arte.
    La naturaleza se puede pintar y escribir en un haiku.

    Aquí dejo mi haiku.

    Haiku de MA.

    Vieja carretera
    baches y más baches
    todos se marean.

    Poesía haiku.



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  5. Hola de nuevo Susana,me despiste escribiendo el haiku y no te envié un abrazo.
    Te dejo mi abrazo y feliz vida.
    MA.
    El blog de MA.

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  6. Gracias por el abrazo y por el haiku, lleno de humor. Besos,

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  7. El haiku es tuyo, Susana. Sale de tu estupendo texto. Un abrazo.

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  8. El haiku es tuyo, Susana. Sale de tu estupendo texto. Un abrazo.

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  9. ¡No sabía que MA eras tú! Vaya sorpresa, Antonio. Bienvenido. Besos

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