EL ALMUERZO
Acabo de presenciar un hecho insólito desde el vigésimo
piso del edificio donde se ubica mi angosto despacho de investigador. Asomado a
la ventana observo a un anciano sentado en un banco solitario, entre la maraña
de setos que crecen descuidados junto a la rampa del garaje. Es la hora del
almuerzo. El mío consiste en un trago de coñac. Todo está en calma. Algunos
transeúntes circulan como breves insectos sobre el asfalto. Súbitamente observo un animal que avanza
reptando entre los setos. Es un lagarto enorme. Lo veo deslizarse ligero hacia
el anciano. Después, de un solo bocado, el
reptil engulle al viejo. Lo último que veo son las zapatillas grises
agitándose hacia el fondo de la flexible garganta. Contengo un grito. Mis manos
se crispan sobre el cristal. Allá abajo el reptil, con el cuerpo dilatado, se
interna furtivo en la oscura boca del
garaje. ¿Qué debo hacer? ¿Llamar al conserje, a la policía, a los bomberos? ¿Golpear
la puerta de los despachos contiguos? Nadie me creería y podría perder mi
escasa clientela. Mis ojos descienden a un titular del periódico que reposa en
mi escritorio: “Extrañas desapariciones de ancianos: un caso sin resolver”.
Susana, es bueníiiiiiisimo. No lo digo por decir. No sé me recuerda en parte a Cortázar, en parte a Bioy Casares. Y con ese toque de fijarse en el detalle pequeño tan haijin. Enhorabuena.
ResponderEliminarJAJAJAJA, ME ENCANTA!
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