domingo, 29 de octubre de 2017

APUNTE










LA SOLEDAD DE JACK


Después de haber vivido juntos durante quince años, Jack ha perdido a su compañero Ron. Ya anunció su muerte antes de que se produjera, lanzando largos maullidos por las noches. Ahora que Ron se ha marchado para siempre, Jack vuelve a maullar con el mismo tono grave y siniestro. Busca a su compañero por todos los rincones de la casa, huele su ausencia, me mira con sus negras pupilas dilatadas, como si me interrogara. Por mucho que lo acaricie y le hable dulcemente, no podré acabar con su tristeza. La tristeza de los animales que, al igual que nosotros, sienten profundos afectos y los demuestran. Al igual que nosotros buscan  la compañía, el calor del contacto, la presencia del otro aunque esta suponga, en ocasiones, disputas pasajeras por un trozo de sofá o por un rayo de sol. Jack, el afectivo, se acercaba a lamer la cabeza de Ron, mientras éste bebía agua. Sabía que su compañero estaba muy débil y trataba de aliviarlo. También los animales, a quienes tan poco conocemos, son capaces de sentir compasión. Un sentimiento que creemos poseer solo los humanos. Jack, como un miembro más de la familia,  contempló a Ron mientras este entraba en un sueño profundo del que ya no despertaría. Cuando traje a casa sus cenizas, Jack estuvo olisqueando el armario donde las guardé. ¿Era capaz de saber lo que contenía aquella pequeña urna herméticamente sellada? Nunca antes había sentido curiosidad por ese armario ni ahora se interesa ya por él. Solamente le atrajo en el momento en que guardé lo que queda de Ron. Ahora ya sabe que su amigo no volverá, pero sigue echándolo de menos y lamenta su soledad con profundos maullidos. 


(fotografía: Susana Benet)




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