OSCURIDAD
Qué
agradable esta oscuridad que invita a la calma, al recogimiento, no como cuando
el sol estalla sobre las cosas y la gente se vuelve inquieta y va de un lado a
otro hablando en voz alta, gesticulando, invadiendo impaciente las aceras. Días
en que apenas se puede pensar porque la luz aturde. En cambio ahora, cuando una
lluvia mansa susurra sobre el asfalto, un plácido silencio se apodera del aire.
La gente se dispersa, se refugia en los espacios cerrados, y los pocos que
caminan por las calles, lo hacen cabizbajos, ensimismados, reverentes.
Esta
oscuridad no es algo cerrado, opresivo, sino que esparce una sutil claridad
desde las nubes, avivando el verdor de los árboles con levísimos reflejos nacarados.
Uno se siente sumido en la transparencia, como si recorriese las naves de un
templo, donde la luz blandamente se filtra por las altas vidrieras.
Se
escucha en la distancia el tímido trino de algún pájaro o el roce amortiguado
de las ruedas sobre el húmedo asfalto, como una letanía que adormece.
Sobre
las ramas goteantes, las flores entreabiertas reposan inmóviles, con sus
pétalos recién lavados, y las pálidas hojas, preludio del otoño, empiezan a
teñirse de rojo y amarillo.
Duermen
las ramas
empapadas
de lluvia.
Bosteza
el sol.
(fotografía: Susana Benet)
El otoño es la estación que invita al recogimiento, y donde más destacan los contrastes.
ResponderEliminarUn texto muy bonito.
Un abrazo.
Gracias, J.A. esta es mi estación preferida y, a pesar del calor persistente, la luz no agobia tanto como en verano. Que lo disfrutes tú también.
ResponderEliminarBesos,