MONTANEJOS
No contemplé el reflejo
de mi rostro en el agua.
Allí estaban los juncos
proyectando su sombra
delgada sobre el río,
y muy cerca aquel árbol
vigilando en la orilla
la plácida corriente.
Más allá, un bosquecillo
de huérfanos frutales
y pinos cenicientos,
demacrados…
Pero
todo
guardaba un equilibrio,
una insólita calma
tan solo interrumpida
por el crujir de hojas
y tallos abatidos bajo el
torpe
avance de mis pasos.
* * *
(fotografía: Susana Benet)
Es un placer leer tus poemas. Siempre encuentro en ellos una poesía contemplativa que deja entrever una profunda reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, José Antonio. El paisaje inspira mucho, sobre todo si es tan bello como aquel. Besos
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