Hay ciertos instantes, muy breves, en que no puedo evitar ser feliz. No sucede nada importante, no se debe a ningún acontecimiento. Tiene que ver más con una determinada atmósfera, el color del aire, el silencio de la casa, la luz que se filtra por la ventana, la claridad que se posa, sin violencia, sobre las cosas. La calle está casi desierta. Huele a comida recién cocinada. En los árboles cantan suavemente los pájaros y las hojas brillan como si alguien las hubiese frotado con un paño. Los gatos se enroscan ociosos en sus rincones. Esta mágica conjunción de elementos parece aligerar ese peso que a veces me impide respirar. Y aspiro, con placer, el aire transparente en el que flotan partículas de luz.
Se posa el sol
en la taza de té.
Bebo la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario