Ay, dolor, mi madre me derriba.
Piedra a piedra yo me había levantado
y ya estaba en pie, como casa pequeña,
en torno a la que gira el día, incluso estando solo.
Y viene ahora mi madre y me derriba.
Me derriba cuando viene y mira.
No ve siquiera que uno está construyéndose.
Las paredes de piedra me atraviesa.
Ay, dolor, mi madre me derriba.
Vuelan ligeros en torno a mí los pájaros.
Los perros, aun extraños, me conocen: es él.
Sólo mi madre no sabe quién soy yo,
desconoce mi rostro que ha cambiado despacio.
Entre nosotros no ha habido nunca un viento cálido.
Ella no vive donde están los vientos.
Su corazón descansa en una alta empalizada,
y Cristo viene y la lava cada día.
(de: Vida de Rainer Maria Rilke - La belleza y el espanto - Antonio Pau - Edit. Trotta).
Me gusta Rilke.
ResponderEliminarQué forma de expresar la relación que tiene el poeta con su madre, sus sensaciones y sentimientos. De que forma tan clara y bella lo dice...
Un abrazo, Susana
Hola Susana.
ResponderEliminarNunca he leído a Rilke pero este es un poema bellísimo y su sencillez le añade aún más belleza.
Un beset
Bellísimo, intimista y terrible este dolor. Qué forma más sencilla y sensible de exponer esa incomprensión.
ResponderEliminarGracias. Un saludo.
Exacto, Sergio. Se trata de la incomprensión que el poeta siente ante su madre, el sentimiento de no ser aceptado. Algo muy doloroso y que él ha sabido plasmar de esa forma magistral y contenida. Gracias a todos por vuestros comentarios. Es muy estimulante.
ResponderEliminarTodo el poema está envuelto en un halo de misterio y de indefinición que lo hace fascinante. Me ha gustado muchísimo. Poemas así te ayudan a plantearte preguntas sobre la vida y la felicidad. Gracias, Susana. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenas Susana. Buscando información para un ensayo sobre la construcción de la identidad he tropezado con este magnífico poema. Te alegrará saber que me ha sido de gran ayuda. Gracias por compartirlo. Un beso.
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