lunes, 29 de junio de 2009

HAIKU


Abajo el tráfico.

Arriba -silenciosas-

las hojas verdes.

*

Esparce el viento

las hojas por el suelo.

Bello desorden.

*

Como las hojas,

correr hasta tu puerta

para rozarla...

*

Suave vaivén,

se desprende una hoja

de la morera.

*

¡Ven con nosotras!

me gritan las hojitas

verdes del suelo.

*

Ansia de besos.

Las hojas van cayendo

unas con otras.

*

domingo, 28 de junio de 2009

CANCIÓN DE LA MARGARITA (J. KEATS)



Con su gran ojo, el sol

no ve lo que yo veo.

La luna, toda plata, orgullosa, pudiera

ocultarse igualmente en una nube.

Y al llegar primavera -¡oh, primavera!-

es la de un rey mi vida.

Echada entre los brotes de la hierba,

acecho a las muchachas bonitas en su paso.

Miro por los lugares donde no osara nadie

y se fijan mis ojos donde nadie los fija,

y si la noche viene,

me cantan los corderos una canción de cuna.


(Versión de Màrie Montand)

jueves, 25 de junio de 2009

TRENES




Adoro los trenes. Especialmente los de largo recorrido con sus amplios espacios entre asientos donde caben libros, periódicos, tazas de té, panecillos y, si hay cansancio, nuestro propio cuerpo recostado.

Echo de menos aquellos antiguos trenes con sus compartimentos cerrados como pequeños salones de visitas, escenarios de encuentros, desencuentros, romances y algún que otro asesinato en las películas de intriga, mientras se desliza el paisaje plácidamente tras los cristales.

Me gusta avanzar por los pasillos, entre anónimos pasajeros, a quienes no es preciso saludar, para ir al vagón restaurante y tomar una cerveza ante el pequeño mostrador, mientras el barman uniformado sirve cafés y, si está de humor, comenta con los clientes anécdotas vividas en sus incontables trayectos de ida y vuelta.

Qué agradable volver a sentarse, después de estirar las piernas, sobre todo si el asiento vecino está vacío.

Contemplar entonces una puesta de sol sobre un paisaje siempre distinto: ahora un árbol, luego un barranco, más allá una casa solitaria, algún rebaño, un bosquecillo, una vieja estación abandonada, y lo más impresionante, el brillo del sol sobre las aguas lentas de un río que fluye silencioso a nuestro lado, hasta que la súbita oscuridad de un túnel nos devuelve nuestro propio reflejo en el cristal.

Oscuro túnel,
ya no miro el paisaje
sino mi rostro.





martes, 23 de junio de 2009

POEMA DE WU TSE-T'IEN


CANCIÓN DE AMOR DE LA EMPERATRIZ WU



Desde que marchaste

no consigo pensar en otra cosa

que no seas tú. ¿Acaso no me crees?

Desde entonces

no hago otra cosa que abrir mi armario

y ver, acariciar, oler

el último vestido que me quitaste.



***

sábado, 20 de junio de 2009

HAIKUS DE SHIKI (S. XIX-XX)





Me despidieron,
me aparté y estoy solo:
tinieblas bajo un árbol.

*

Viento otoñal.
Y yo no tengo dioses
ni tengo Budas.

*

Campo de escarcha.
A la loca del pueblo
le ladra un perro.

*

Yo que me voy,
y tú que aquí te quedas
son dos otoños.

*

El caracol
levanta su cabeza:
se me parece.


*

(traducción de Antonio Cabezas)



jueves, 18 de junio de 2009

UN POEMA DE JOSÉ LUIS PARRA


IMÁGENES DE UN SUICIDIO

Tenía majestad aquel silencio.
Desde la orilla, poco a poco,
se adentró en lo profundo.
Círculos en el agua...
Esa perturbación tan sólo.
Y muy tenue, apenas perceptible
-pero qué redención más honda-,
se oyó piar a un pájaro
entre los juncos.


(de su último libro publicado: "De la frontera")

martes, 16 de junio de 2009

HAIKUS





Rama nevada,

a medias sobresalen

las bayas rojas.


***



En la quietud,

el hombre se confunde

con el jardín.



***



Angosta senda,

a cada paso brillan

las capuchinas.


***



No se distinguen

las hojas del laurel.

Niebla del alba.




domingo, 14 de junio de 2009

RELATO


DESAYUNO CON PAPELES


Para mí el día comienza a las 2 de la tarde, cuando termina mi relajado desayuno compuesto por té -apurado lentamente- y una sencilla tostada. Un desayuno acompañado también por diversas lecturas, casi siempre poéticas. Nunca faltan a la cita Rilke, Dickinson, JRJ y algún poeta chino. Es agradable sentarse con ellos en medio de las plantas, que parecen engordar también con la lectura, porque cada vez ocupan más espacio y apenas queda sitio en la mesa para la bandeja y los libros.

Abajo se oye el tráfico constante, aunque la enorme acacia que se asoma a la terraza, hace de barrera protectora contra el asfalto.

Previamente funciono como un autómata, haciendo camas, atendiendo estridentes llamadas telefónicas o acudiendo al banco 10 minutos antes de que cierre para tratar algún asunto urgente que, en mi estado nebuloso, apenas entiendo, mientras el empleado de turno traza esquemas de porcentajes y plazos en un papel, que miro con los ojos empañados, como si aún deambulase por los sueños. Él no sabe que a esas horas me siento igual que cuando él madruga para entrar a las 8. Él cumple con el horario que le impone su trabajo, yo cumplo con el que impone mi cuerpo.

Una vez resueltos los asuntos incómodos, regreso a la lectura. En la calle disminuyen los ruidos. Los comercios cierran y la gente se retira para comer, mientras yo me relamo con algún delicioso verso, como este de Wan Wei:

Para mi vejez solo deseo tranquilidad

viernes, 12 de junio de 2009

RELATO

RESISTENCIA

No pienso hacer nada. He llegado a tal extremo de inactividad que me incomoda realizar cualquier tarea, por mínima que sea. Por eso permanezco inmóvil ante mi escritorio, tratando de pasar inadvertido el mayor tiempo posible, hasta cumplir escrupulosamente mi horario. El color de mi traje es el mismo que el de los armarios y mi rostro ha adquirido el tono amarillento del papel archivado. Como un animal, he adoptado los matices de mi entorno para sobrevivir un día, una semana, un año más en esta jungla de acero. Si alguien se me acerca en busca de información, niego con la cabeza y le remito a otro empleado, no importa cuál. El resultado será el mismo. Esa persona ya no volverá a molestarme. El montón de papeles que exhibo ante mí es idéntico cada día. Los informes que mi director reclama, puntualmente, a fin de mes, contienen siempre los mismos datos. Sé que nadie los comprueba. Y si, acaso, alguien me entrega un documento, discretamente lo hago pedazos sobre la papelera en cuanto me dan la espalda. Alguna vez, cuando me quedo a solas, me asomo a la ventana y contemplo a la gente, como pequeños insectos laboriosos que van de un lado a otro. En ocasiones mi vista se detiene, con envidia, en algún hombre ocioso que, sentado en la terraza de un bar, hojea el periódico, mientras paladea una cerveza. Imagino que soy ese hombre y, por un instante, mi rostro se ilumina reflejado en el cristal. Pero aún no ha llegado el momento. Ellos confían en que me desespere y golpee su puerta con urgencia para presentar mi renuncia, como lo hicieron otros. Y mostrarme entonces una cifra impresa en un talón, el mísero precio de las horas, los días, los meses, los años dedicados a su servicio con la lealtad de un asno. Por eso ahora esperan, esperan detrás de sus puertas cerradas, mirando al vacío como yo, recibiendo informes que no leen, dando órdenes que no se cumplen, temiendo ser vistos por el ojo devorador, resistiendo, hasta que el vigilante nocturno les avisa de que van a cerrar el edificio.

jueves, 11 de junio de 2009

UN POEMA DE ZHANG KEJIU (S XIV)


DESDE EL RÍO, A MIS AMIGOS

Es el río un sendero del pueblo,

pintura de agua y tinta,

doquiera flores silvestres de nombre desconocido.

Esta partida me entristece. ¿Cómo enviar un mensaje?

Lo confío a las hojas rojas que se deslizan en las ondas de la tarde.


(traducción de Guillermo Dañino)












martes, 9 de junio de 2009

UNOS HAIKUS


La brisa anuncia

que me voy acerando.

Romero en flor.



***



Viento invernal.

Abultan en las ramas

los brotes nuevos.



***



Lluvia nocturna.

Hoy todo está más verde

y menos rojo.


lunes, 8 de junio de 2009

CHULILLA



Peña cortada.
El grito de los grajos
se va espaciando.

DERRIBO

Hace sol y apenas sopla el viento. Paseo por las calles del barrio marítimo, mientras la luz se eleva por encima de los tejados. Aunque no puedo ver el mar, lo adivino al final de las calles estrechas, donde el aire se tiñe de brumas azuladas. La brisa huele a salitre. Las casas del barrio, pequeñas edificaciones con estrechos balcones y ventanas enrejadas, adornan sus fachadas con azulejos de vivos colores que crean un ambiente alegre y luminoso. En las esquinas hay antiguas bodegas, donde los parroquianos acuden a tomar su primer carajillo de la mañana. Disfruto empapándome de la tibieza del aire y del grato silencio de esas horas de indolencia. Paso junto a un solar, sobre el que antes se alzaba una de las casas de pescadores. Ahora es sólo un pedazo de tierra desnuda por el que corre un gato entre guijarros. En la pared del fondo, que sigue en pie, se distingue el color desvaído de las estancias y el perfil afilado de una escalera. Huellas del pasado que provocan, al contemplarlas, una extraña sensación de pérdida y ausencia. Espacio vacío donde habitó, fugaz, la vida.

Tras el derribo,
los colores de viejas
habitaciones.

domingo, 7 de junio de 2009

UN HAIKU DE RYOOKAN



Aquí mismito,
bajo el cerezo en flor,
pasar la noche.