Ay, dolor, mi madre me derriba.
Piedra a piedra yo me había levantado
y ya estaba en pie, como casa pequeña,
en torno a la que gira el día, incluso estando solo.
Y viene ahora mi madre y me derriba.
Me derriba cuando viene y mira.
No ve siquiera que uno está construyéndose.
Las paredes de piedra me atraviesa.
Ay, dolor, mi madre me derriba.
Vuelan ligeros en torno a mí los pájaros.
Los perros, aun extraños, me conocen: es él.
Sólo mi madre no sabe quién soy yo,
desconoce mi rostro que ha cambiado despacio.
Entre nosotros no ha habido nunca un viento cálido.
Ella no vive donde están los vientos.
Su corazón descansa en una alta empalizada,
y Cristo viene y la lava cada día.
(de: Vida de Rainer Maria Rilke - La belleza y el espanto - Antonio Pau - Edit. Trotta).