En esa tienda
nadie riega las plantas.
No entro a comprar.
(acuarela: Susana Benet)
CON
LOS OJOS DE NADIE
Un viaje de mil leguas comienza en donde están tus pies. (Lao Tse)
No me gusta analizar la poesía, ni creo que sepa hacerlo. Lo que me importa cuando leo poemas es la sensación, la huella que dejan. En el caso de este libro puedo afirmar que la sensación es grata, reconfortante, como si yo misma hubiese caminado o contemplado los paisajes que recorren estas páginas. Incluso, invita a volver sobre los pasos de su recorrido.
También he percibido atisbos
de la poesía china, del Zen y de ciertos poetas conocidos, sobre todo del
añorado Antonio Cabrera.
Ya desde la cubierta, donde
el poeta se autorretrata dando un paso, he tenido la sensación de ser invitada
a acompañarlo. La figura que la ilustra es inconfundible, al menos para mí,
porque conozco su estilo cuando con un breve trazo, casi casual, compone una
figura. Y además, la pone en movimiento.
Su doble condición de poeta
y pintor le permite plasmar en palabras lo que su ojo percibe con precisión,
porque Saborit sabe mirar, e incluso parece caminar con los ojos. En su poema
Autorretrato nos habla de “apreciar el dibujo / trazado por el paso”. La mirada
le marca el camino, le incida a avanzar
o detenerse. A veces son los colores lo que lo atrapan, y es cuando leo su
poema “Ver el verde” cuando me vienen a la memoria unos
versos de Li Po (o Li Bai), que dicen:
“A solas la montaña y yo / no nos cansa mirarnos el uno al otro”.
Este libro está lleno de
naturaleza y de naturalidad. También desprendimiento, porque al avanzar parece
que el poeta va saliendo de sí, desprendiéndose de su propia identidad para ser
un elemento más del paisaje. Así, en “Caminar (I)”, dice: “La alegría es pasar, /
sentir que el propio peso en cada paso / -por muy grave que sea o muy hermosa /
la marca de su huella- / es una afirmación elemental, / un sí precario / que
hay que dejar atrás / para dar otro paso”.
No sólo el movimiento está
presente, también hay quietud y plena observación de lo cotidiano. Hay un poema
que me atrevo a leer porque me identifico con esa manera de percibir y
asombrarse ante lo elemental. El poema se titula “Blanco sobre blanco”:
SOBRE el mármol del suelo
que hay junto a la ventana
se reflejan muy nítidas las
flores
de una orquídea blanca.
Qué extraño es el encuentro
clandestino,
casi bajo la mesa,
de las vetas marmóreas
sinuosas
y el zigzag verde
de los tallos florales.
Qué extraño y qué conforme
con la luz apacible que
tamiza el visillo,
toda esa contención en el
silencio
del pétalo en el mármol,
del blanco sobre el blanco.
Todo el tiempo estamos en un
“aquí y ahora” que enlaza con la tradición budista. Todo es presente. Todo es
pura meditación. El pasado y el futuro se diluyen en el momento actual,
mientras el yo se disipa. “Esfumarse y perder / la grave y apretada y pesarosa
/ conciencia de lo sólido. / Deshacerse en la luz / mientras brilla aún tu
hoguera”.
Sé por sus pinturas y su
personalidad que Saborit es capaz de colocar la pincelada, el color, la sombra,
en el lugar preciso. Del mismo modo que lo hace con las palabras. O con las
frutas en un plato (tal como observé cierta vez en su estudio). Todo en sus
poemas ocupa su lugar preciso, adecuado, como las notas de una sinfonía. Me
resultó curioso escuchar la “Sinfonía alpina” de Richard Strauss (en Radio
Clásica) mientras me internaba en este libro y me fascinó la sincronía. Parecía
un fondo perfecto. No conocía esta obra, pero casualmente se trata de un poema sinfónico, de un viaje de
autodescubrimiento, en el que se describen ascenso, bosque, caminata, peligro,
cascada, cima, descenso… No voy a hablar de música, pero quería señalar esta
coincidencia.
Creo que entre ciertas
personas existe una sensibilidad compartida. En el caso de Saborit, pintor y
poeta, reconozco en él mis propias inquietudes. Amo el mundo vegetal y me he
detenido en su poema titulado “Idilio” en el que dos plantas, aparentemente
independientes, se entrelazan, no sólo por crecer, sino como dicen estos
versos. “… pero hay tanta ternura en el afán / del abrazo y tan estrecho es el
cerco / con que ciñen las hojas a los pétalos; / que a la vez comprendemos /
que no es sólo la luz / ni sólo la ascensión, / sino también el roce y la
caricia”. Y me viene a la mente un artículo de Stefano Mancuso, publicado en la
revista Litoral, donde habla de lo
falso que es suponer que los vegetales son seres pasivos. Algo que contradice
la realidad, ya que las plantas, como dice este autor, “se mueven muchísimo”
representando el 85% de la biomasa de nuestro planeta. Tal vez Saborit, sin
haberse dedicado a la botánica, es capaz de percibir esa sensibilidad en las
plantas porque las ha observado y, al trasladarlas a la acuarela, ha
reproducido no sólo su aspecto, sino también su vibración interna.
Saborit logra reflejar, como
en un espejo, la quietud y el movimiento; reproducir el silencio y “las voces
de las cosas”. Nos incita a girar los ojos “y abrazar sin pensarlo / todo / lo
que su luz abrace”. En estos poemas somos capaces de ver con su propia mirada,
porque cuando leemos estos versos “con
los ojos de nadie”, en realidad estamos viendo con los ojos de todos.
Susana Benet – abril 2021
(imagen: cubierta de Con los ojos de nadie - Edit. Pre-Textos, Valencia, 2021)
(viñeta: José Saborit)
Buscar en lo cotidiano lo
que de pronto te parece inadvertido y exótico, así como en lo ajeno lo que en
el fondo te resulta familiar.
*
Los arroyos no hacen ruido:
sólo encauzan el silencio por donde pueda fluir.
*
El verdadero objetivo de la
persona sobrepasada por sus obligaciones no debería ser tener tiempo libre,
sino liberarse del tiempo.
*
En el olor a tierra mojada
después del primer chaparrón de finales de agosto el verano ensaya su
despedida, que es también su momento de plenitud.
*
Motas de polvo: universos.
La creación empieza con una sacudida de bayeta,
* * *
(de: En el corazón del bosque - Edit. Cypress - 2021)
(acuarela de portada: JM Benítez Ariza)
El poeta y crítico Álvaro Valverde, ha escrito una reseña sobre "Falsa primavera" en la página El Cuaderno, que comparto aquí.
https://elcuadernodigital.com/2021/04/09/la-rara-flor-de-la-alegria/
LA ÚLTIMA HOJA
La última hoja
del árbol
se congeló en el aire
como mariposa.
Nunca tocó la tierra.
De tu boca brotó
la última flor
del otoño.
Nunca llegó el invierno
a nuestra cama.
Saboreamos el fruto del castaño
sin pincharnos.
(de: Constancia - Bajamar Editores, 2021)
(acuarela: Susana Benet)