Recién llegados de Donostia/San
Sebastián, con el frescor del aire todavía en la piel y en los ojos la
presencia vigorosa del mar, hago recuento de los instantes transcurridos
durante el breve viaje. Primero, la frondosidad del paisaje contemplado desde el
tren. Después, el recorrido por las calles estrechas del barrio antiguo, donde
el mar se percibe siempre cercano. La sensación de estar en otra época,
románticamente anterior, desde el balcón del hotel con vistas a la playa de la
Concha. Al día siguiente, nuestra visita al barrio de Loiola, a su acogedora
Casa de Cultura, donde tuve el placer de leer junto a dos admirables poetas:
Eli Tolaretxipi y Rikardo Arregi, a quienes no había conocido hasta entonces.
Un descubrimiento. Desde aquí agradezco la amable hospitalidad de nuestros
anfitriones: Antonio Casado y Jon Urbieta. Con ellos he aprendido a conocer
mejor y a apreciar ese país que siempre me pareció lejano y distinto. Nos
acompañó la lluvia en varias ocasiones, pero también tuvimos el privilegio de disfrutar
de los verdes y azules del paisaje bañados por el sol. Eskerrik asko, amigos.
Incluyo algunos de los
haikus, traducidos por Antonio Casado, y que leímos a dúo.
Cubierta de hojas,
la calle se estremece
como un estanque.
Orbelaz bete,
kaleak dardara
urmaelak nola.
Antigüedades.
Las gafas de los muertos
me están mirando.
Brocante bat.
Hildakoen antiojuak
niri begira.
Buscando el mar
por el suelo un cangrejo.
Supermercado.
Itsaso bila
karramarroa lurrean.
Supermerkatua.
Al entregarme
la compra el carnicero,
sangre en las uñas.
Poltsa ematean,
harakinak odola
azazkaletan.
Tienda de especias.
Me llevo sin pagar
todo el aroma.
Espezia denda.
Ordaindu gabe daroat
usain oro.
(fotografías: Gabriel Alonso, Susana Benet)