AMAPOLA
Mira qué descarada se levanta
en medio del domingo. Qué rojo estrepitoso
lanza hacia nuestras vidas, embrolladas
en tantos libros y doctrinas; mírala,
hecha centro del mundo, con las nubes
y las constelaciones y el sol girando en torno
a su debilidad; y ella, contenta
como el canto de un mirlo en un cerezo,
luciendo porque sí, sin sospechar
que tiene cuatro partes -a saber:
cáliz, corola, estambres y pistilos-,
sin que le importe ser papaverácea
ni dicotiledónea, sin explicar al mundo
su teoría de la amapolidad,
sin proponerse nada, sólo siendo esta leve
sílaba de belleza que ahora estalla
y quizás esta noche ya no exista.
Esta breve presencia es todo su destino.
Misión cumplida con haber brotado
y ocupar un momento de esta tarde.
Con qué serenidad al cabo de unas horas
habrá de despedirse de sí misma, de esta
amapola de sueño
que va a quedarse en mí y en estos versos.