PERDIDOS EN UN TREN
Entramos, sin saber, en el vagón
de clase preferente. Qué confort.
Qué escasez de viajeros, qué silencio.
Como de club privado era el ambiente,
los asientos de cuero tapizados
y nosotros, perplejos,
admirando el progreso ferroviario
como parientes pobres
en una gran ciudad.
Apenas nos duró el gozo unos instantes.
El revisor miró nuestros billetes
y fuimos arrojados,
con firme cortesía,
de aquel edén prohibido.
Recogimos humildes las maletas,
conscientes de que el mundo
rodaba igual que siempre,
con clases distintas de viajeros,
aunque nos transportase a todos,
sobre la misma vida, el mismo tren.
(acuarela: Gabriel Alonso)