Mirar
atrás es ver el roble deshojándose
en medio del invierno.
Es oír
de tus labios el color
de las flores
ausentes, de los frutos. Escuchar
cómo cruje a nuestros pies la
frágil hojarasca.
Percibir
en la noche
el
rastro luminoso de tus manos entre
las ramas rígidas. Sentir secretamente
cómo la savia fluye hacia nosotros y
comienza a latir en nuestra piel la
oculta primavera.
¿No será que la existencia es un ínfimo gramo de la totalidad, una simple partícula de tiempo contenida en espacios infinitos? Pudiera ser que el lapso al cual nos aferramos y que llamamos vida, fuera, por el contrario, solamente un fundido, un parpadeo en la fuente de luz inagotable.