lunes, 4 de octubre de 2021

LA ROSALEDA

 



Ayer bajé a los jardines del cauce. Hacía mucho que no lo hacía, pero me desperté temprano por primera vez desde hace tiempo. El día era soleado y la temperatura agradable. Tenía ganas de ver la rosaleda y tomar algunas fotos.  El ambiente en el cauce era festivo. Había gente sentada en la terracita de un quiosco, algunos perros echados a sus pies y niños correteando. Cruzamos el arroyo por el pequeño puente y llegamos a la zona de los rosales. Me di cuenta de que las rosas habían sufrido los estragos del verano y los tallos acusaban el rigor del otoño. Muchas corolas abiertas, casi desnudas, algunas mustias entre los hierbajos. Sin embargo, fotografié algunas que conservaban su belleza intacta. El sol, desde lo alto, hacía más intenso el contraste entre los colores y las sombras. Finalizada la sesión fotográfica, nos sentamos al pie de un hermoso sauce. Recordé la canción "Oh, willow" de Shakespeare y me guardé un tallo que se me enredó en el cabello. Nuestro perro se sentó junto a nosotros sobre la hierba mullida observando lo que sucedía alrededor. Su pelo negro, brillante, contrastaba con el verdor circundante. Fueron momentos de silencio y bienestar. Sin nada concreto que pensar. Olvidados los asuntos incómodos. Lejos de todo y, al mismo tiempo, cerca de la tierra, de su aroma. Una pequeña libélula se posó sobre un tallo, como una brizna de luz. 

O willow, willow, willow, willow shall be my garland.


* * *

(fotografía: Susana Benet)

 

2 comentarios:

  1. Qué bonito Susana. Melancolía, sensibilidad... He podido vislumbrar la serenidad, la luz del tranquilo paseo hasta la rosaleda. Gracias.

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