jueves, 16 de febrero de 2012

RELATO



EL ALMUERZO
Acabo de presenciar un hecho insólito desde el vigésimo piso del edificio donde se ubica mi angosto despacho de investigador. Asomado a la ventana observo a un anciano sentado en un banco solitario, entre la maraña de setos que crecen descuidados junto a la rampa del garaje. Es la hora del almuerzo. El mío consiste en un trago de coñac. Todo está en calma. Algunos transeúntes circulan como breves insectos sobre el asfalto.  Súbitamente observo un animal que avanza reptando entre los setos. Es un lagarto enorme. Lo veo deslizarse ligero hacia el anciano. Después, de un solo bocado, el  reptil engulle al viejo. Lo último que veo son las zapatillas grises agitándose hacia el fondo de la flexible garganta. Contengo un grito. Mis manos se crispan sobre el cristal. Allá abajo el reptil, con el cuerpo dilatado, se interna  furtivo en la oscura boca del garaje. ¿Qué debo hacer? ¿Llamar al conserje, a la policía, a los bomberos? ¿Golpear la puerta de los despachos contiguos? Nadie me creería y podría perder mi escasa clientela. Mis ojos descienden a un titular del periódico que reposa en mi escritorio: “Extrañas desapariciones de ancianos: un caso sin resolver”.   

2 comentarios:

  1. Susana, es bueníiiiiiisimo. No lo digo por decir. No sé me recuerda en parte a Cortázar, en parte a Bioy Casares. Y con ese toque de fijarse en el detalle pequeño tan haijin. Enhorabuena.

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