DESGANA
Qué
sopor en el ambiente. Parece que todo suceda con desgana. El calor enlentece el
movimiento y una minúscula tarea se convierte en gran esfuerzo. Esperar bajo el
sol a que cambie el semáforo se hace eterno, mientras el tráfico pasa más pesado
que de costumbre. En casa, los gatos apenas se mueven, permanecen echados en
los rincones más frescos, los que ellos sabiamente encuentran. Las plantas se
sumergen en un grávido letargo, sus frágiles hojas resistiendo el acoso de las
plagas. Los árboles están quietos, apenas sopla brisa que los meza. Sobre el
cielo, las nubes están fijas, sin avanzar hacia el este ni hacia el oeste.
Tampoco se ve un pájaro cruzar el horizonte. Inundadas de sol, las azoteas
aparecen desiertas. El tiempo pasa despacio en este interminable día. Desde el
jardín se oye el canto apagado de las aves que se refugian del calor entre las
ramas. También los aparatos se resisten a funcionar. Tardan en conectarse,
parpadean sus pilotos, se calientan en exceso. La pantalla muestra con retraso
las letras tecleadas y, en algunos momentos, no obedece y queda el texto
suspendido. Uno mismo va perdiendo las ganas de actuar cuando observa que todo
invita a la indolencia, a la inacción. Olvidando sus propósitos, se deja
contagiar por la desgana y desconecta. No suena el teléfono. La bandeja del
correo está vacía.
(fotografía: Susana Benet)