sábado, 6 de diciembre de 2014

RELATO







EL SR. LOBO

Qué decir del Sr. Lobo. El Sr. Lobo es temible, sobre todo para sus empleados, a quienes mantiene controlados como a un rebaño de corderitos temblorosos. Les basta una mirada suya, para agachar la cabeza y ofrecerle el cuello. Él olisquea el miedo de los débiles y, de vez en cuando, se ensaña con alguno para que sirva de ejemplo a los demás. Desde su escritorio observa quién está activo, quién remolonea, quién intenta conversar con el vecino. Y si esto último sucede, sale de su moderna guarida acristalada y se pasea entre sus empleados con la cabeza alta, el ceño fruncido y las fauces abiertas. Así restaura el orden y el silencio.

Todo es gris en él, desde el paño de su traje impecable y austero, hasta su cabello abundante y erizado como maleza. Un fino bigotito, perfectamente trazado, acentúa el rigor de su boca. Su cuerpo es vigoroso, de hombros anchos y ágiles caderas.
Sólo una vez una empleada novata, ignorante del peligro, entró en su guarida y le llevó la contraria con terca insistencia. Las fauces del Sr. Lobo comenzaron a humear como si el aire se hubiera congelado. Los ojos se le inflamaron como antorchas en la niebla. Se agarró con fuerza a su escritorio y su voz atronó de tal forma que algunos papeles volaron por el aire. La pequeña insensata no se inmutó. Lo miró con extrañeza, como quien asiste a un espectáculo de circo. Desde el exterior, a través de los cristales, el rebaño observaba la escena, despavorido. El Sr. Lobo se contuvo ante la insignificante presa que podría devorar en un instante. Se limitó a señalarle la salida con su garra afilada. Ella se dio la vuelta y salió dignamente.

Todo continúa siendo igual en apariencia. La rutina se ha impuesto nuevamente. Pero el Sr. Lobo no es el mismo, aunque siga mostrándose feroz ante sus empleados que, desde entonces, lo observan con desconfianza e incluso lanzan jocosos comentarios a sus espaldas. Todos recuerdan a la pequeña oveja descarriada. Sobre todo el Sr. Lobo, a quien se le ha encanecido el bigote y el traje comienza a estarle demasiado holgado.




(acuarela: Gabriel Alonso)




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