AMIGA DE LA CALMA
Siempre he sido lenta,
incluso para nacer (como me reprochaba mi madre). Esa lentitud me ha acompañado
toda mi vida y me siento cómoda con ella. Las prisas me alteran y confunden.
Creo además que el mundo de las ideas, de las ensoñaciones, convive mejor con
la calma que con la precipitación. Sin embargo, la vida sucede muy deprisa, los
relojes avanzan, a veces, más rápido de
lo normal, los demás parecen poseer una capacidad extraordinaria para realizar
actividades a las que yo dedicaría el doble de tiempo. Por eso me llevo bien
con las plantas, que crecen despacio, con los gatos que se mueven con lentitud,
con los ambientes apacibles. A veces entro en una iglesia solitaria y disfruto
de una grata sensación de recogimiento, lo mismo me sucede en un jardín,
un museo, una calle aislada.
Pero esta disposición de
ánimo, también tiene sus inconvenientes. Ya de niña llegaba tarde al colegio, con
tanta frecuencia, que en una ocasión no me dejaron entrar y me devolvieron a
casa, con gran disgusto de mis padres. Claro que, de camino al colegio (media
hora andando) me abstraía e imaginaba tan bellas fantasías, que no controlaba
el reloj ni la velocidad de mis pasos.
Curiosamente, en ocasiones, las
carambolas de la realidad dan en el blanco. En clase de música, en la que, por
cierto, no escuchábamos música, nos ordenaron un trabajo sobre un compositor. A
mí me correspondió Debussy, de quien apenas había oído hablar. Busqué
información en una inmensa biblioteca donde no sabía por dónde empezar. Al
final no recuerdo si entregué el trabajo. Ahora, al cabo de los años, cada vez
me siento más fascinada por su música y me doy cuenta de cuánto se aproxima a
mi temperamento. Ahora empiezo a entender por qué me pidieron un trabajo sobre
ese compositor y no otro. Al escucharlo parece que me envuelve esa misma irrealidad
que me secuestraba al caminar por la calle de camino al colegio. Hay algo
onírico en sus creaciones, algo sensual, primitivo, como en el Preludio a la siesta de un fauno.
A mis trece años, cuando
Debussy no era más que un nombre para mí, no podía imaginar que lentamente
entraría en su música como en un templo, donde el tiempo parece transcurrir más
despacio.
Solo un instante
roza el rayo de sol
a los jazmines.
Qué bonito Susana. Una invitación a la lentitud. Una delicia que al leer se siente, evanescente y pausada, como la música de Debussy.
ResponderEliminarUn abrazo grande y tranquilo.
pd. yo también amo a la plantas, y a los gatos.
Gracias por tu tranquilo abrazo. Besos,
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