miércoles, 5 de diciembre de 2018

HAIBUN





AMIGA DE LA CALMA

Siempre he sido lenta, incluso para nacer (como me reprochaba mi madre). Esa lentitud me ha acompañado toda mi vida y me siento cómoda con ella. Las prisas me alteran y confunden. Creo además que el mundo de las ideas, de las ensoñaciones, convive mejor con la calma que con la precipitación. Sin embargo, la vida sucede muy deprisa, los relojes avanzan, a veces,  más rápido de lo normal, los demás parecen poseer una capacidad extraordinaria para realizar actividades a las que yo dedicaría el doble de tiempo. Por eso me llevo bien con las plantas, que crecen despacio, con los gatos que se mueven con lentitud, con los ambientes apacibles. A veces entro en una iglesia solitaria y disfruto de una grata sensación de recogimiento, lo mismo me sucede en un jardín, un museo, una calle aislada.

Pero esta disposición de ánimo, también tiene sus inconvenientes. Ya de niña llegaba tarde al colegio, con tanta frecuencia, que en una ocasión no me dejaron entrar y me devolvieron a casa, con gran disgusto de mis padres. Claro que, de camino al colegio (media hora andando) me abstraía e imaginaba tan bellas fantasías, que no controlaba el reloj ni la velocidad de mis pasos.

Curiosamente, en ocasiones, las carambolas de la realidad dan en el blanco. En clase de música, en la que, por cierto, no escuchábamos música, nos ordenaron un trabajo sobre un compositor. A mí me correspondió Debussy, de quien apenas había oído hablar. Busqué información en una inmensa biblioteca donde no sabía por dónde empezar. Al final no recuerdo si entregué el trabajo. Ahora, al cabo de los años, cada vez me siento más fascinada por su música y me doy cuenta de cuánto se aproxima a mi temperamento. Ahora empiezo a entender por qué me pidieron un trabajo sobre ese compositor y no otro. Al escucharlo parece que me envuelve esa misma irrealidad que me secuestraba al caminar por la calle de camino al colegio. Hay algo onírico en sus creaciones, algo sensual, primitivo, como en el Preludio a la siesta de un fauno.

A mis trece años, cuando Debussy no era más que un nombre para mí, no podía imaginar que lentamente entraría en su música como en un templo, donde el tiempo parece transcurrir más despacio.


Solo un instante
roza el rayo de sol
a los jazmines.



 (fotografía: Susana Benet)


2 comentarios:

  1. Qué bonito Susana. Una invitación a la lentitud. Una delicia que al leer se siente, evanescente y pausada, como la música de Debussy.

    Un abrazo grande y tranquilo.

    pd. yo también amo a la plantas, y a los gatos.

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  2. Gracias por tu tranquilo abrazo. Besos,

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