Con Miguel d'Ors
PIEDRA Y CAMELIA
Visité Pontevedra la semana
pasada con motivo de las jornadas poéticas que organiza la Universidad de Vigo “Seis
días, seis poetas”, en las que me invitaron a participar junto a otros cinco
poetas, entre los que figuraban Andrés Trapiello, Pilar Pardo, Antonio Manilla,
Gabriel Insausti y Javier Almuzara.
Aunque el vuelo me alteró
como de costumbre, con tanto control de líquidos, zapatos, cinturones y tantas
medidas de seguridad que a uno le inquietan más que tranquilizan, llegamos a nuestro
destino sin contratiempos. El trayecto en coche desde Santiago a Pontevedra supuso
para mí un bálsamo tras el vuelo.
Aquellas colinas cubiertas de verde, las densas arboledas de pinos y
eucaliptos, las pequeñas casas agrupadas de tramo en tramo sobre valles y
colinas… Todo era nuevo y grato para mí. El cielo despejado alumbraba el paisaje
con nitidez y era un placer dejarse llevar acompañados por el suave ronroneo
del coche.
Tras dejar las maletas y
salir a la calle, lo primero que descubrí fue una hermosa plaza donde crecían
frondosos arbustos en flor. Había flores blancas y rosadas. Cubrían las ramas y
también el suelo, algunas cerradas, otras con los pétalos esparcidos. Nuestro
anfitrión, Miguel d’Ors, nos dijo que eran camelias. Nunca las había visto tan
de cerca, tan reales. A un lado se elevaba
la iglesia que llaman “Peregrina”, con su base en forma de concha, como un
inmenso faro en medio del asfalto atrayendo a devotos y caminantes.
Mis ojos iban de la piedra a
las camelias. Ese día lucía el sol, pero al día siguiente llovió y pude contemplar
la ciudad bajo la clara penumbra de las nubes y el brillo refrescante de las
gotas. Caminamos a lo largo de las estrechas y solitarias calles en compañía de
Miguel y de la poeta Pilar Pardo. Contemplé las fachadas de los edificios, los
soportales, las iglesias, las pequeñas plazas, aquel universo en miniatura,
donde las hierbas y el musgo invadían suavemente la piedra, mientras de los
redondos arbustos de los Jardines de Castro Sampedro caían al suelo, empapadas
de lluvia, las camelias.
Con Miguel d'Ors y Gabriel Alonso
En mi memoria ha quedado la
huella de esos paseos, el sonido de los versos en la Casa das Campas, donde
tuve el placer de escuchar a Trapiello y leer mis haikus y poemas, acompañada
por un atento público y por los amables organizadores: Manuel Morquecho y
Fátima Cobas, además del infatigable Miguel d’Ors quien nos acompañó durante
los dos días en que Gabriel y yo permanecimos en la ciudad.
Incluso ahora, en medio del
caos de pólvora y ruido de Valencia en Fallas, trato, en vano, de evocar aquel
silencio envolvente del que disfruté entre las piedras y las camelias de
Pontevedra.
Al
recoger
la
camelia del suelo,
se
deshojó.
(fotografías: Susana Benet, Pilar Pardo y Gabriel Alonso)
¡Bellísimo el recorrido de tus palabras y de tus fotografías!
ResponderEliminarTan bellas como ese haiku...
Gracias, amiga.
Va mi abrazo, con el otoño en mi puerta...
Gracias, Juan Carlos. Hay viajes que emocionan y este me emociono mas que otros. Besos
ResponderEliminarQué hermosa crónica. Qué placer esas jornadas de poesía y descubrimientos. De amigos y compañeros de pasión. Días de camelias.
ResponderEliminarSusana creo que disfrutarías por aquí. En este paisaje verde y marino. De inmensas playas solitarias entre el invierno y la primavera y prados que ascienden las colinas con olor a eucalipto en el aire. Y más allá las montañas. Las hermosas montañas guardando la nieve que cayó en la noche, silenciosamente. Un día podías darte una vueltina por aquí. Verías camelias, te lo aseguro :)
Besos
Gracias, Momiji. Dime dónde y algún día tal vez me decida. Todo el Norte me encanta. Besos
ResponderEliminarNoja, Cantabria :) Aquí te esperamos Susana.
ResponderEliminarGracias, Momiji. Lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarBesos