martes, 19 de marzo de 2019

POESÍA EN PONTEVEDRA (2019)



Con Miguel d'Ors


PIEDRA Y CAMELIA

Visité Pontevedra la semana pasada con motivo de las jornadas poéticas que organiza la Universidad de Vigo “Seis días, seis poetas”, en las que me invitaron a participar junto a otros cinco poetas, entre los que figuraban Andrés Trapiello, Pilar Pardo, Antonio Manilla, Gabriel Insausti  y Javier Almuzara.

Aunque el vuelo me alteró como de costumbre, con tanto control de líquidos, zapatos, cinturones y tantas medidas de seguridad que a uno le inquietan más que tranquilizan, llegamos a nuestro destino sin contratiempos. El trayecto en coche desde Santiago a Pontevedra supuso para mí un bálsamo  tras el vuelo. Aquellas colinas cubiertas de verde, las densas arboledas de pinos y eucaliptos, las pequeñas casas agrupadas de tramo en tramo sobre valles y colinas… Todo era nuevo y grato para mí. El cielo despejado alumbraba el paisaje con nitidez y era un placer dejarse llevar acompañados por el suave ronroneo del coche.





Tras dejar las maletas y salir a la calle, lo primero que descubrí fue una hermosa plaza donde crecían frondosos arbustos en flor. Había flores blancas y rosadas. Cubrían las ramas y también el suelo, algunas cerradas, otras con los pétalos esparcidos. Nuestro anfitrión, Miguel d’Ors, nos dijo que eran camelias. Nunca las había visto tan de cerca, tan reales.  A un lado se elevaba la iglesia que llaman “Peregrina”, con su base en forma de concha, como un inmenso faro en medio del asfalto atrayendo a devotos y caminantes.




Mis ojos iban de la piedra a las camelias. Ese día lucía el sol, pero al día siguiente llovió y pude contemplar la ciudad bajo la clara penumbra de las nubes y el brillo refrescante de las gotas. Caminamos a lo largo de las estrechas y solitarias calles en compañía de Miguel y de la poeta Pilar Pardo. Contemplé las fachadas de los edificios, los soportales, las iglesias, las pequeñas plazas, aquel universo en miniatura, donde las hierbas y el musgo invadían suavemente la piedra, mientras de los redondos arbustos de los Jardines de Castro Sampedro caían al suelo, empapadas de lluvia, las camelias.



Con Miguel d'Ors y Gabriel Alonso

En mi memoria ha quedado la huella de esos paseos, el sonido de los versos en la Casa das Campas, donde tuve el placer de escuchar a Trapiello y leer mis haikus y poemas, acompañada por un atento público y por los amables organizadores: Manuel Morquecho y Fátima Cobas, además del infatigable Miguel d’Ors quien nos acompañó durante los dos días en que Gabriel y yo permanecimos en la ciudad.




Incluso ahora, en medio del caos de pólvora y ruido de Valencia en Fallas, trato, en vano, de evocar aquel silencio envolvente del que disfruté entre las piedras y las camelias de Pontevedra.

Al recoger
la camelia del suelo,
se deshojó.





(fotografías: Susana Benet, Pilar Pardo y Gabriel Alonso)


6 comentarios:

  1. ¡Bellísimo el recorrido de tus palabras y de tus fotografías!
    Tan bellas como ese haiku...

    Gracias, amiga.
    Va mi abrazo, con el otoño en mi puerta...

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  2. Gracias, Juan Carlos. Hay viajes que emocionan y este me emociono mas que otros. Besos

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  3. Qué hermosa crónica. Qué placer esas jornadas de poesía y descubrimientos. De amigos y compañeros de pasión. Días de camelias.

    Susana creo que disfrutarías por aquí. En este paisaje verde y marino. De inmensas playas solitarias entre el invierno y la primavera y prados que ascienden las colinas con olor a eucalipto en el aire. Y más allá las montañas. Las hermosas montañas guardando la nieve que cayó en la noche, silenciosamente. Un día podías darte una vueltina por aquí. Verías camelias, te lo aseguro :)

    Besos

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  4. Gracias, Momiji. Dime dónde y algún día tal vez me decida. Todo el Norte me encanta. Besos

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  5. Noja, Cantabria :) Aquí te esperamos Susana.

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  6. Gracias, Momiji. Lo tendré en cuenta.
    Besos

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