Termina el año.
Cebollas para el guiso
y muchas lágrimas.
End
of the year.
Onions
for the stew
and
many tears.
(acuarela: Susana Benet)
(traducción: Susana Benet)
Termina el año.
Cebollas para el guiso
y muchas lágrimas.
End
of the year.
Onions
for the stew
and
many tears.
(acuarela: Susana Benet)
(traducción: Susana Benet)
Motas de
polvo.
Una brizna de
luz
enciende el aire.
Specks of dust.
A wisp of light
illuminates the air.
(de: Falsa primavera - Ed. Canto y Cuento, 2021)
(Traducción: Hilario Barrero)
(fotografía: Susana Benet)
Mientras las
riego
cabecean las
hojas,
agradecidas.
As I water them,
the leaves nod
gratefully.
(de: Falsa primavera - Edit. Canto y Cuento - 2021. Traducción de Hilario Barrero)
(acuarela: Susana Benet)
FLORES
Se amontonan los pétalos
al pie de las acacias.
Son las flores que ayer
se alzaban orgullosas
revestidas de sol.
Hoy en las mismas ramas
se elevan flores nuevas,
y contemplan con ojos
apenas entreabiertos,
el ajado color
que vestirán mañana.
* * *
(de: Falsa primavera - Ed. Canto y Cuento, 2021)
(fotografía: Susana Benet)
TEMOR
No queda tiempo, no me queda
tiempo, y me dicen, me aconsejan
que me espere, paciencia; lo conozco.
Qué error este comienzo tan tardío.
Son muchos años para andar de caza.
Ya me rinde el desánimo y me fallan los sentidos.
No queda tiempo, no me queda
tiempo. Escribir es una sombra,
un silencio
de todo lo que quedará
por escribir.
* * *
(de: La hora del jardín - Edit. Renacimiento, Sevilla 2020)
(fotografía: Susana Benet)
Ayer bajé a los jardines del cauce. Hacía mucho que no lo hacía, pero me desperté temprano por primera vez desde hace tiempo. El día era soleado y la temperatura agradable. Tenía ganas de ver la rosaleda y tomar algunas fotos. El ambiente en el cauce era festivo. Había gente sentada en la terracita de un quiosco, algunos perros echados a sus pies y niños correteando. Cruzamos el arroyo por el pequeño puente y llegamos a la zona de los rosales. Me di cuenta de que las rosas habían sufrido los estragos del verano y los tallos acusaban el rigor del otoño. Muchas corolas abiertas, casi desnudas, algunas mustias entre los hierbajos. Sin embargo, fotografié algunas que conservaban su belleza intacta. El sol, desde lo alto, hacía más intenso el contraste entre los colores y las sombras. Finalizada la sesión fotográfica, nos sentamos al pie de un hermoso sauce. Recordé la canción "Oh, willow" de Shakespeare y me guardé un tallo que se me enredó en el cabello. Nuestro perro se sentó junto a nosotros sobre la hierba mullida observando lo que sucedía alrededor. Su pelo negro, brillante, contrastaba con el verdor circundante. Fueron momentos de silencio y bienestar. Sin nada concreto que pensar. Olvidados los asuntos incómodos. Lejos de todo y, al mismo tiempo, cerca de la tierra, de su aroma. Una pequeña libélula se posó sobre un tallo, como una brizna de luz.
O willow, willow, willow, willow shall be my garland.
* * *
(fotografía: Susana Benet)
REGRESO
A José Mateos
Qué despacio regresan
a las ramas
las incipientes hojas,
las diminutas flores.
Y cómo crece entonces,
de pronto, en mi interior,
la rara flor
de la alegría.
(de: Falsa primavera - Edit. Canto y Cuento, 2021)
(acuarela: Susana Benet)
Regreso a casa.
El color de la hiedra
ya no es el mismo.
(publicado en El Rincón del haiku - Serie: Llovizna)
(acuarela: Susana Benet)
Limpia la luz,
estrenándose nueva,
después del trueno.
*
Hoja de tilo.
La suave sensación
de oír campanas.
*
Un aleteo
y se paró la tarde
tras la ventana.
*
Se paró el tren.
Sobre el tiempo amarillo,
la mariposa.
*
El tiempo vuela.
Pasan sobre los ríos
las estaciones.
*
Bajo la lluvia
la imagen de la vida
recién escrita.
* * *
(de: Caudal de azar - Ed. Bajamar)
(acuarela: Susana Benet)
CORAZÓN ILESO
Más allá de la sombra reconocida,
donde todo nace y muere lentamente,
cuando el sol se adormece en el celaje
y la luna abandona su cansancio,
hay un silencio de nieve caída,
lluvia de hojas y licor oscuro,
un silencio de fuente apagada
con su vestimenta de hierro
y múltiples caños sedientos.
Más allá del árbol centenario
ornado de luz, savia y rocío
hay un corazón ileso.
***
(de: Lo que un día fue nieve - Edit. Fundación Devenir, 2021)
(acuarela: Susana Benet)
Solo
una rama
que
olvidó el podador
ha
florecido.
Patio escolar,
hojas
secas de estío
en las
baldosas.
Tan
solo el parpadeo
de los
semáforos.
Noche cerrada.
Se
borran las siluetas
de los
cipreses.
solo
una golondrina,
solo
una nube.
* * *
(de: La lluvia en el tilo - Córdoba (Argentina), 2021)
(acuarela: Susana Benet)
ALGUNAS NOCHES CLARAS
Algunas noches claras
me he asomado a la ventana
que da al campo
y he visto estrellas
y las encinas
y a mí mismo
cruzar
cabizbajo
con un farolillo de verbena
encendido.
*
(de: A esta baraja le faltan corazones - Edit. Pre-Textos, 1993)
(acuarela: Susana Benet)
Dejarse mecer por el canto gregoriano de las cigarras.
*
Hay demasiadas casas en ruinas con ropa tendida.
*
Cómo destacan los discretos.
*
Hay poemas tan breves que no tienen final.
*
La luz abre ventanas en las paredes.
*
Hay quien siempre pone la otra mejilla, la de los otros.
*
Disipar las sombras bajo la sombra de un árbol.
(de: Días señalados - Antonio José Martínez Peris, editor - 2020)
(acuarela. Susana Benet)
LA SOLEDAD DEL INSTANTE
No se deja pensar como un vacío,
y es ocioso creer que ocupa el centro,
la gravedad de un cruce de caminos
para así darle un orden más perfecto.
Al agua y no a la roca se aproxima
porque en el agua es lo exterior reflejo:
rotas alas de un tiempo descompuesto
como barcas que van a la deriva,
pequeña reunión de astros sin luz
que giran desnortados a su orilla,
creyendo que entre tanta plenitud
nunca más ha de amanecer el día.
* * *
(de: Lugares deshabitados - Edit. Libros del aire - 2020)
(acuarela: Susana Benet)
MEDIDA JUSTA
El instinto
insumiso del deseo,
el ingrávido ser
de la felicidad,
todo cuanto da
la medida justa
de lo eterno
en la tierra:
¿se perdió?
¿lo
perdí?
Monedas enterradas de la luz.
Una fortuna
invisible
he dilapidado.
Yo sé que nada
me será devuelto.
* * *
(acuarela: Susana Benet)
CON
LOS OJOS DE NADIE
Un viaje de mil leguas comienza en donde están tus pies. (Lao Tse)
No me gusta analizar la poesía, ni creo que sepa hacerlo. Lo que me importa cuando leo poemas es la sensación, la huella que dejan. En el caso de este libro puedo afirmar que la sensación es grata, reconfortante, como si yo misma hubiese caminado o contemplado los paisajes que recorren estas páginas. Incluso, invita a volver sobre los pasos de su recorrido.
También he percibido atisbos
de la poesía china, del Zen y de ciertos poetas conocidos, sobre todo del
añorado Antonio Cabrera.
Ya desde la cubierta, donde
el poeta se autorretrata dando un paso, he tenido la sensación de ser invitada
a acompañarlo. La figura que la ilustra es inconfundible, al menos para mí,
porque conozco su estilo cuando con un breve trazo, casi casual, compone una
figura. Y además, la pone en movimiento.
Su doble condición de poeta
y pintor le permite plasmar en palabras lo que su ojo percibe con precisión,
porque Saborit sabe mirar, e incluso parece caminar con los ojos. En su poema
Autorretrato nos habla de “apreciar el dibujo / trazado por el paso”. La mirada
le marca el camino, le incida a avanzar
o detenerse. A veces son los colores lo que lo atrapan, y es cuando leo su
poema “Ver el verde” cuando me vienen a la memoria unos
versos de Li Po (o Li Bai), que dicen:
“A solas la montaña y yo / no nos cansa mirarnos el uno al otro”.
Este libro está lleno de
naturaleza y de naturalidad. También desprendimiento, porque al avanzar parece
que el poeta va saliendo de sí, desprendiéndose de su propia identidad para ser
un elemento más del paisaje. Así, en “Caminar (I)”, dice: “La alegría es pasar, /
sentir que el propio peso en cada paso / -por muy grave que sea o muy hermosa /
la marca de su huella- / es una afirmación elemental, / un sí precario / que
hay que dejar atrás / para dar otro paso”.
No sólo el movimiento está
presente, también hay quietud y plena observación de lo cotidiano. Hay un poema
que me atrevo a leer porque me identifico con esa manera de percibir y
asombrarse ante lo elemental. El poema se titula “Blanco sobre blanco”:
SOBRE el mármol del suelo
que hay junto a la ventana
se reflejan muy nítidas las
flores
de una orquídea blanca.
Qué extraño es el encuentro
clandestino,
casi bajo la mesa,
de las vetas marmóreas
sinuosas
y el zigzag verde
de los tallos florales.
Qué extraño y qué conforme
con la luz apacible que
tamiza el visillo,
toda esa contención en el
silencio
del pétalo en el mármol,
del blanco sobre el blanco.
Todo el tiempo estamos en un
“aquí y ahora” que enlaza con la tradición budista. Todo es presente. Todo es
pura meditación. El pasado y el futuro se diluyen en el momento actual,
mientras el yo se disipa. “Esfumarse y perder / la grave y apretada y pesarosa
/ conciencia de lo sólido. / Deshacerse en la luz / mientras brilla aún tu
hoguera”.
Sé por sus pinturas y su
personalidad que Saborit es capaz de colocar la pincelada, el color, la sombra,
en el lugar preciso. Del mismo modo que lo hace con las palabras. O con las
frutas en un plato (tal como observé cierta vez en su estudio). Todo en sus
poemas ocupa su lugar preciso, adecuado, como las notas de una sinfonía. Me
resultó curioso escuchar la “Sinfonía alpina” de Richard Strauss (en Radio
Clásica) mientras me internaba en este libro y me fascinó la sincronía. Parecía
un fondo perfecto. No conocía esta obra, pero casualmente se trata de un poema sinfónico, de un viaje de
autodescubrimiento, en el que se describen ascenso, bosque, caminata, peligro,
cascada, cima, descenso… No voy a hablar de música, pero quería señalar esta
coincidencia.
Creo que entre ciertas
personas existe una sensibilidad compartida. En el caso de Saborit, pintor y
poeta, reconozco en él mis propias inquietudes. Amo el mundo vegetal y me he
detenido en su poema titulado “Idilio” en el que dos plantas, aparentemente
independientes, se entrelazan, no sólo por crecer, sino como dicen estos
versos. “… pero hay tanta ternura en el afán / del abrazo y tan estrecho es el
cerco / con que ciñen las hojas a los pétalos; / que a la vez comprendemos /
que no es sólo la luz / ni sólo la ascensión, / sino también el roce y la
caricia”. Y me viene a la mente un artículo de Stefano Mancuso, publicado en la
revista Litoral, donde habla de lo
falso que es suponer que los vegetales son seres pasivos. Algo que contradice
la realidad, ya que las plantas, como dice este autor, “se mueven muchísimo”
representando el 85% de la biomasa de nuestro planeta. Tal vez Saborit, sin
haberse dedicado a la botánica, es capaz de percibir esa sensibilidad en las
plantas porque las ha observado y, al trasladarlas a la acuarela, ha
reproducido no sólo su aspecto, sino también su vibración interna.
Saborit logra reflejar, como
en un espejo, la quietud y el movimiento; reproducir el silencio y “las voces
de las cosas”. Nos incita a girar los ojos “y abrazar sin pensarlo / todo / lo
que su luz abrace”. En estos poemas somos capaces de ver con su propia mirada,
porque cuando leemos estos versos “con
los ojos de nadie”, en realidad estamos viendo con los ojos de todos.
Susana Benet – abril 2021
(imagen: cubierta de Con los ojos de nadie - Edit. Pre-Textos, Valencia, 2021)
(viñeta: José Saborit)