LA
NO-FIESTA
Están
las calles mojadas. Este año no se celebran fiestas. Cada cual las celebra como
puede, en su casa, en los balcones, sentados en un jardín. Los bares se cierran
pronto. Parece que la vida se haya detenido. No se oyen pájaros. Algo muy
extraño. Los coches circulan, pero el agua de la lluvia amortigua su sonido sobre
el asfalto. Los días pasan casi iguales, a no ser que contemplemos los brotes
en las ramas de los árboles o alguna flor que despunta sobre un tallo.
Oficialmente,
no hay fiesta y algunos se dedican a boicotear este silencio con petardos. Sus
explosiones suenan como cañonazos entre los edificios. La gente camina con
medio rostro cubierto por la mascarilla. A veces no reconozco a quien pasa por
mi lado. En otra situación, la lluvia habría deslucido la festividad, mojando
vestidos y zapatos, estropeando las figuras de cartón, humedeciendo la pólvora…
La lluvia está en consonancia con estos tiempos, como si nos dijera: “No salgas
de casa. No hay nada que celebrar”. En todo caso, disfrutemos de estas gotas
que caen silenciosamente sobre la ciudad, limpiando las aceras, los tejados,
las copas de los árboles, los toldos, los coches aparcados…
Hay
quienes combaten su frustración quemando pólvora, incluso bajo la lluvia. Es el
único sonido que invade el aire, una salva inútil cuando no hay nada que
festejar.
Susana
Benet (19-3-2021)
(fotografía: Susana Benet)
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