BARBAS DE ALAMBRE
En 1958, cuando cumplí los
ocho años, o tal vez fuera antes, al cumplir los siete, me regalaron un
precioso cuento troquelado.
Era un ejemplar grande, bien
encuadernado e ilustrado a todo color. Yo pasaba sus páginas duras y se
desplegaban imágenes recortadas en las que aparecía un curioso personaje,
protagonista del cuento. Era un hombre de cabello y barba pelirrojos. No
recuerdo nada de aquella historia. Solamente he retenido en mi memoria que
aquel personaje se llamaba “Barbas de alambre” y que tenía una poblada barba
roja.
Los invitados estaban
reunidos en el comedor de mi casa. Algunos conversaban de pie. Otros se
sentaban en torno a la mesa. La imagen es confusa. Yo permanecía en un rincón escasamente
iluminado, sentada ante una mesita baja de madera oscura, pasando las páginas
coloreadas.
Oía las voces de los
mayores, no había niños, y sentía un terrible dolor de cabeza. Tal vez fue la
primera jaqueca de mi vida.
Me resultaba difícil leer
aquel cuento o contemplar sus imágenes troqueladas, que se desplegaban y
volvían a plegarse entre sus páginas. El dolor me impedía concentrarme y
disfrutar de aquella historia.
Cada vez que miraba a
“Barbas de alambre” sentía una gran
punzada en la frente que se extendía por toda mi cabeza.
Entretanto, oía como un
zumbido las voces de los mayores, sus risas, y aquel sonido me resultaba cada
vez más molesto. No recuerdo si le dije a mi madre que me dolía la cabeza. Era
mi fiesta de cumpleaños y debía estar feliz con aquel cuento troquelado y magnífico
que me habían regalado. Tal vez lo trajo mi tío E, tan cariñoso siempre
conmigo.
Pero el dolor era tan
intenso y desagradable que me inmovilizaba, me impedía hablar, se clavaba en mi
frente como aquellas barbas de alambre que aparecían ante mis ojos, en cada
página, hasta hacerme sentir náuseas.
(Marzo, 2021)
Muy bien la icickustrat
ResponderEliminarQuería decir que la ilustracion es muy buena. Es un ejemplar de coleccionista. El relato también es curioso.
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