GATOS
Son
los gatos seres impacientes. Me recuerdan a mis antiguos jefes, tan atentos al
horario, estrictos, sigilosos, controladores. Desde su mudo hermetismo lo
quieren saber todo y, al igual que aquellos petimetres de traje y corbata, los
gatos, a pecho descubierto, merodean por la cocina vigilando mi trabajo y
reclamando una parte del festín. Les encanta patear lo que está limpio y
perfumado para afirmar su presencia. Curiosean también las páginas que leo,
como aplicados contables. Capaces son de aguarme la acuarela, pues saltan sobre
el papel sin previo aviso. Patrones exigentes, me sacan del sueño con sonoras
artimañas: desde el maullido bajo, a la queja insistente o al oportuno tropiezo
con objetos que, ruidosamente, caen al suelo. Con artes parecidas, anuncian que
ya es hora de acostarse. Intuyen, con gran exactitud, el preciso momento en que
me vence el sueño para saltar, furtivos, a la cama. Y entonces se acomodan en
las piernas, o trepan a las caderas, agarrándose con terquedad de lapa. Dicen de
ellos que son independientes, insociables, incapaces de establecer lazos
afectivos. Yo diría más bien que son como parientes pesados, zalameros, que
reclaman su derecho a compartir casa y comida. Les ofende el desaire y
agradecen los abrazos. Su plácido
ronroneo alivia las tensiones y nos relaja como el mejor ansiolítico. Son
ejemplo de elegancia y dignidad. Reacios a la obediencia, desdeñan a los
intrusos y olfatean prudentes el peligro. Sutilmente nos ofrecen esta sabia enseñanza: ser más cautos y exigentes con nuestros amos.
(fotografía: Susana Benet)
¡Cuanto dan de sí las mascotas! ¡cuantas cosas nos estropean, nos rompen, cuantas veces nos molestan, nos importunan.... y cuanto se les quiere!
ResponderEliminarBello comentario, Susana.
Gracias, Cristina. La verdad es que incordian, pero nos acompañan mejor, a veces, que los humanos. Besos,
ResponderEliminarCuánta razón! Muy acertada la comparación, son como supervisores, y cuando algo se hace de forma diferente ahí están ellos para hacerlo notar. jajaja
ResponderEliminarAy los gatos y los dueños (o proveedores sin más) de los gatos. Deberíamos fundar una hermandad. Todos aquellos que sucumbimos una vez a sus zalamerías y ya nunca pudimos evadirnos de su misterio. Parece que llevan con ellos una noche sempiterna, que nos resulta extraña a veces, incómoda incluso, pero a la que no podemos evitar reconocer su belleza y atracción.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Me suscribo a lo que dices y lo que cuenta Mo, Susana. Somos legión, los amantes de los gatos, totalmente seducidos por su belleza y grandes cualidades.
ResponderEliminarUn abrazo. Me ha encantantado, como imaginarás.