VIAJE A MURCIA
LA TIERRA QUEMADA
Vamos a Alicante para
enlazar con un tren a Murcia, porque los horarios del Talgo no nos cuadran. O
salen muy temprano o muy tarde. Es el problema de las malas comunicaciones en
el Mediterráneo, por donde no circula el AVE.
Además, el Sur me agobia.
Hace calor y la tierra está reseca, el paisaje es árido y monótono.
El único aliciente de este
viaje es presentar el libro de José luis Parra, Hojarasca, en el Museo Ramón Gaya,
acompañada por el poeta Soren Peñalver.
El tren se mueve y apenas puedo escribir.
Nadie
le afeita
las
largas barbas secas
a
la palmera.
Secos
ribazos
y
el fulgor repentino
de
unas adelfas.
Viaje
al sur.
Sobre
la tierra blanca
unos
olivos.
Cruzo
el secano.
Al
fondo del barranco
un
hilo de agua.
Llegando
a Sax
brilla
la avena seca.
Arden
las vías.
Este
paisaje árido me sobrecoge. Estamos detenidos en Sax. Desde la ventanilla
contemplo los guijarros grises entre las vías, tan fúnebres, salpicados de
tallos amarillos y quebrados. Sólo un olivo se alza airoso frente al horizonte.
De pronto, sobre una peña escarpada, los muros de un castillo, como un vigía
atento que otea la llanura. Soledad, silencio.
Reanudamos la marcha. Me siento fatigada, como si yo misma arrastrase el convoy. Como si
en realidad no fuese a ninguna parte y se repitiese el paisaje una y otra vez
ante mis ojos.
Brusco
declive.
Las
copas de los pinos
rozan
la tierra.
Una
casucha.
Un
coche de alta gama
ante
la puerta.
Fin
del viaje.
Llegando
a la estación,
un
cementerio.
(12-6-2017)
(de: Cuaderno de viajes - Inédito)
(fotografía: Susana Benet)
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