LA TORMENTA
Me despertó la lluvia esta
mañana, repicando en los tejadillos, en los toldos, en los metales. Por fin, la
lluvia. Tras un verano agobiante que resecó el suelo y aletargó las plantas,
ahora todo revive en las hojas brillantes, empapadas. Están limpios los
árboles, las húmedas aceras, la tierra de los setos. También se han abierto
inquietos los paraguas que entrecruzan sus vistosos colores por la avenida. El
viento también despierta las ramas cabizbajas, las agita y eleva sin violencia.
Aproxima de pronto las copas de los ficus que crecen en el pequeño parque,
donde ya no resuenan gritos ni súbitos ladridos. Todo es calma. Solamente el
rítmico goteo del agua en el asfalto, como una dulce cantinela que inunda el
aire. También se escuchan, de vez en cuando, muy lejanos, los truenos como
voces veladas por las nubes.
Después de la tormenta
quedan charcos plomizos, apacibles estanques donde alguien contempla su imagen
reflejada sobre un cielo invertido, donde las vagas siluetas de los árboles
parecen sumergirse en un profundo sueño.
(fotografía: Susana Benet)
Un bello texto con una foto espectacular
ResponderEliminarGracias, G, por comentar. Besos
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