REDES
Es curiosa la facilidad con
que caemos en las redes. Redes de todo tipo, no solo las que nos conectan por
Internet, o nos desconectan. En realidad, ¿qué relación podemos tener con
tropecientos amigos que figuran en nuestra página, sea la que sea? Apenas
habremos cruzado un par de frases con cada uno. Eso sí, les hemos puesto un “me
gusta” a menudo. Como una manera de recordarles que existimos, que tenemos
criterio. ¿Pero qué criterio es ese que se traga todo lo que le recetan los
medios? Si mañana se crease una nueva red social con algún nombre
incomprensible, no tardaríamos ni un día en darnos de alta. Lo que no sé es
cómo se puede estar en tantos sitios a la vez. Creo que en realidad no estamos
en ninguno. O sea, no estamos. No somos, aparentamos.
Ayer se celebraba el Black
Friday, algo que de repente se ha puesto de moda. Algo que hasta ahora yo
desconocía o me sonaba de lejos. Pues bien, había auténticas muchedumbres
abarrotando tiendas y bares. Ya sé que es bueno para los negocios, pero no sé si
es tan bueno para nuestras mentes eso de ir a todo lo que nos venden. Y,
además, ir con ese fervor, como si se tratase de una peregrinación.
Peregrinamos a las tiendas y realizamos el ritual de ver, tocar, probar,
comprar o no comprar, pero acudir fielmente. Es posible que cualquier otro día
podamos encontrar ofertas parecidas sin necesidad de andar a empujones por los
pasillos de los comercios. Pero si está de moda el Black Friday, allá vamos.
Que se nos note, que se nos vea… Tal vez nos encontremos con amistades que
profesan la misma devoción que nosotros: caer en todas las redes.
Nuestra parte crítica la
dejamos amordazada en algún rincón de nuestra mente, para que no nos agüe la
fiesta. Porque hay que seguir las tendencias y no plantearse si lo que hacemos
tiene sentido o sencillamente nos dejamos arrastrar como mansos corderillos.
Aunque creo que hasta un cordero es capaz de desviarse de la manada para
escoger el pasto más jugoso.